EL CARISMÁTICO BIG PAPI
David Ortiz, aquel humilde muchacho de Haina que hace unos años fue llamado por el beisbol de las Grandes Ligas, llegó a lo que muchos llaman “el big show” y jamás pensó que allí le llegarían a llamar el Big Papi.
Ese mote se lo ha ganado David con creces en una sociedad que no era la suya; una sociedad donde ser negro o latino, es casi como mencionar una mala palabra, pero a fuerza de entrega, a fuerza de imponerse como un verdugo de lanzadores y de ser un ciudadano ejemplar, aquella sociedad hoy lo reconoce, lo ensalza y lo distingue, ya no solo como la estrella que es en el campo deportivo, también como un extranjero oriundo de una pequeña isla que ha dado ejemplo de civismo, de entrega a los demás, hasta constituirse en figura legendaria.
Aquella manida frase “de que ha puesto en alto la bandera dominicana”, a él sí se puede aplicar con justicia. Ver a los amantes del llamado deporte rey levantarse de sus asientos cuando el Big Papi, madero al hombro, va al home play y enerva esas multitudes con sus clásicos batazos, nos llena de orgullo patrio.
David ha hecho que en Boston desplegaran una enorme bandera dominicana que lucía imponente; ha hecho que en el Fennway Park
nuestra canción Patria se escuchar más hermosa que nunca y que el público allí presente la escuchara de pie con sumo respeto.
La bonhomía de David Ortiz, uno de los pocos peloteros que han empleado parte de su dinero en obras sociales, como ha sido su Fundación que ha rescatado de la muerte a niños dominicanos y de los Estados Unidos.
El Big Papi ha llegado a la cúspide de su carrera y considera que es tiempo ya de retirarse no obstante ser protagonista y dueño de récords que ya muchos lo quisieran. Desea ahora entregarse a la familia, a compartir con sus hijos y esposa las horas que el deporte le robó y volver a su tierra natal y llevar una vida austera y al mismo tiempo fructífera.
¡Gracias Big Papi por darle lustre a la dominicanidad! Nos enorgullece compartir contigo ser hijos de la Patria de Duarte y Luperón.
Ramón De Luna
4 de octubre, 2016
Ese mote se lo ha ganado David con creces en una sociedad que no era la suya; una sociedad donde ser negro o latino, es casi como mencionar una mala palabra, pero a fuerza de entrega, a fuerza de imponerse como un verdugo de lanzadores y de ser un ciudadano ejemplar, aquella sociedad hoy lo reconoce, lo ensalza y lo distingue, ya no solo como la estrella que es en el campo deportivo, también como un extranjero oriundo de una pequeña isla que ha dado ejemplo de civismo, de entrega a los demás, hasta constituirse en figura legendaria.
Aquella manida frase “de que ha puesto en alto la bandera dominicana”, a él sí se puede aplicar con justicia. Ver a los amantes del llamado deporte rey levantarse de sus asientos cuando el Big Papi, madero al hombro, va al home play y enerva esas multitudes con sus clásicos batazos, nos llena de orgullo patrio.
David ha hecho que en Boston desplegaran una enorme bandera dominicana que lucía imponente; ha hecho que en el Fennway Park
nuestra canción Patria se escuchar más hermosa que nunca y que el público allí presente la escuchara de pie con sumo respeto.
La bonhomía de David Ortiz, uno de los pocos peloteros que han empleado parte de su dinero en obras sociales, como ha sido su Fundación que ha rescatado de la muerte a niños dominicanos y de los Estados Unidos.
El Big Papi ha llegado a la cúspide de su carrera y considera que es tiempo ya de retirarse no obstante ser protagonista y dueño de récords que ya muchos lo quisieran. Desea ahora entregarse a la familia, a compartir con sus hijos y esposa las horas que el deporte le robó y volver a su tierra natal y llevar una vida austera y al mismo tiempo fructífera.
¡Gracias Big Papi por darle lustre a la dominicanidad! Nos enorgullece compartir contigo ser hijos de la Patria de Duarte y Luperón.
Ramón De Luna
4 de octubre, 2016
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