Juan Isidro Inoa....pasado domingo los residentes en Santiago y zonas aledañas, aficionados y no aficionados al voleibol, tuvimos la oportunidad de ver el gran evento presentado por el senador de la provincia Julio César Valentín y el presidente de la Asociación de Voleibol de esta ciudad, Jose -Yeye- Aybar. Más de seis mil personas ocuparon los asientos y pasillos de la Gran Arena del Cibao para presenciar el juego de voleibol entre la famosa selección femenina del hermano país de Cuba y las archi famosas “Reinas del Caribe” de la República Dominicana. Hablamos de uno de los equipos con mayor tradición de ese deporte a nivel mundial, como lo es el cubano contra el equipo de dominicana, ranqueado como el noveno mejor del mundo. Fue un juego que nadie se lo quería perder y por eso la Gran Arena del Cibao se llenó como hacía años ningún deporte lo hacía. Sin embargo, los asistentes no quedamos del todo conforme. El evento pasó 3-0 cuando en verdad queríamos que fuera 3-2 para poder disfrutar más del juego y de otras “cositas” sabrosas. Pero las dominicanas fueron muy apabullantes. ¿Por qué queríamos un 3-2? Es que queríamos disfrutarlas por mucho más tiempo. Es que queríamos ver por más tiempo sus talentos en la cancha, su agresividad en el juego, su entrega y hasta en cierto modo su prepotencia. Esas mujerones las disfrutamos todos como atletas, como mujeres, como embrotas. Quienes tuvimos la oportunidad de movernos en el público pudimos escuchar cuando de su mismo género las admiraban vociferando “ahí no hay celulitis”, “esas agarran cualquier hombre y lo dejan muerto y ellas igualitas”, “al que esas agarran lo desbaratan”. Mientras los “machos” susurraban a sus más cercanos "yo con esa -señalando a cualquiera de ellas- no necesita más”, “me gustaría que me dieran como le dan a la bola”, “yo con esa en mi casa no necesita candado”, y otras más picantes. Ese juego del domingo fue un gran espectáculo de voleibol y una gran exhibición de mujerones. Pero quienes tuvimos la gran oportunidad de compartir con ellas fuera del terreno, nos dimos cuentas que más que jugadoras están entrenadas para ser humildes. La agresividad de la cancha se convierte en ternura fuera del entablado. Fuera de la cancha se olvidan de su talento, su fama mundial y sus riquezas y son capaces de dejar los cubiertos con su almuerzo a medias para complacer a todo aquel que quiera jactarse de tener una foto con una de las “Reinas” o de las cubanas. Tocar su piel y sentir sus alientos llena de fantasías y morbo al más desenamorado de la tierra. Sin dudas que los santiagueros agradecemos a Valentín y a “Yeye” traer ese gran evento para disfrutar de un voleibol de calidad y por que no decirlo… por despertarnos el libido dormido. Post Data: Confieso que, a cuatro días del evento, aun cierro los ojos y las veo de espaldas, medio agachadas, inclinadas hacia delante esperando el saque del equipo contrario.
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