viernes, 17 de mayo de 2013
Lo que se llama una barbaridad
YANCEN PUJOLS..Esta es la hora que no logro entender cómo pueden existir padres que solo quieren que sus hijos sean peloteros sin reparar en las consecuencias de adoptar una postura basada en que el fin justifique los medios.
En días recientes, Mario Melvin Soto dijo a elCaribe que hay progenitores que “venden a sus hijos como becerros” debido a una práctica que tiene ribetes peligrosos.
No critico que diferentes dueños de programas independientes concedan una cantidad de dinero a los padres de cualquier joven con herramientas para la pelota. Es parte del negocio y una forma de ir paleando la pobreza que inunda muchas zonas del país.
Tampoco es indigno que un adolescente triunfe mediante el deporte. Eso lo entiendo.
Lo que representa una barbaridad, y en eso coincido con Soto, es que los padres suelten a sus vástagos al entrenador que sea sin dar la supervisión adecuada al proceso de formación. ¿Cómo es posible que no se vea lo que consumen? ¿Qué suplemento les proveen? ¿Esteroides? ¿Con quién hace vida después de las prácticas? ¿Y la escuela?
A menos que estemos cayendo en la locura por un gran bono cueste lo que cueste, algo debe frenar este accionar que, según Soto, cobra fuerza cada día.
La educación no debe detenerse nunca. En ninguna parte del mundo dice que la preparación académica es enemiga del deporte. Todo lo contrario, debería ser una prioridad que vayan de la mano y estoy seguro que así lo es en las sociedades con criterio.
Es pernicioso dejarlo a la voluntad de quien paga un dinero con la intención de sacarle 10 veces ese monto cuando firme como también es nocivo que se aleje de las aulas.
El gobierno debería exigir que para firmar a un pelotero dominicano sea bachiller. Si no llegó a Grandes Ligas, por la razón que sea, puede ser un profesional que sume a su país en poco tiempo.
Y que no vengan con cuentos raros. Nelson Cruz, al igual que muchos, terminó su bachillerato antes de firmar porque sus padres así lo ordenaron. Los hijos deben ser sagrados. Con ellos ni se juega ni se negocia.
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