SARA RIMER Del NY Times----
Héroe. Tramposo. Prodigio. Ingrato. Espíritu libre. Idiota. Inmortal. Paria. Enigma. Manny Ramírez, uno de los grandes bateadores derechos de su generación, quien se retiró este mes tras dar positivo a sustancias para mejorar el rendimiento era muchas cosas para mucha gente - fanáticos, familia y compañeros de equipo desde Santo Domingo a Washington Heights, a Cleveland y Boston.
Cuando escuché que Manny Ramírez se había retirado, la primera persona que llamé fue su coach del bachillerato, Steve Mandl.
Lo contacté en el liceo George Washington en el Alto Manhattan, donde ha sido coach por 27 años.
Estaba triste y asombrado. Lo imaginé sentado frente a su escritorio de metal en su oficina, donde aun mantiene un poster autografiado de Manny Ramírez en su uniforme de los Indios de Cleveland.
“Steve”, le dije, “eso era real, no, el Manny del liceo, ese swing, todo ese talento”.
“Claro que sí”, dijo Mandl, “eso era real”.
Y luego el coach se tuvo que ir.
Conocí a los Troyanos de George Washington en la primavera de 1991. El liceo estaba lleno con nuevos inmigrantes y el equipo principal de béisbol estaba compuesto por 25 dominicanos.
Mandl me invitó a pasar la temporada siguiendo el equipo. Me dijo que tenía un gran bateador, un muchacho de 18 años de Santo Domingo que tenía el bate más rápido que había visto en toda su vida.
Yo sabía poco de béisbol, pero hasta una persona con poco conocimiento podía reconocer que Ramírez era una futura estrella.
No recuerdo la primera vez que vi su swing. Lo que sí recuerdo es lo que sentí al estar ahí en esa superficie artificial, viendo a sus compañeros celebrando y gritando su nombre, con el merengue sonando a todo dar en las gradas de concreto y los scouts de Grandes Ligas observando todos sus movimientos.
En las gradas se encontraba la bella novia de Manny, de 16 años, Kathy Guzmán, quien prácticamente volaba. Un vendedor con una gorra de los Yanquis empujaba un carrito sirviendo pastelitos y vendiendo morir soñando.
Manny, bateando .650, disparó 14 jonrones en 22 partidos. Ninguno de esos jonrones fueron televisados o grabados en vídeo.
Mandl apenas podía mantener el equipo de pelotas y guantes, mucho menos pensar en vídeos.
Pero quizás es mejor así. Esos jonrones, la memoria de ellos, son parte del Manny que pertenece a Washington Heights.
El era el muchacho tímido y contento con un swing perfecto que todo el mundo sabía que iba a las mayores.
El muchacho que trabajaba más fuerte que nadie. El niño cara de bebé que nunca bebía nada más fuerte que ponche puertorriqueño sin alcohol.
Ese era el Manny que la gente parecía conocer antes de desaparecer detrás de la pared que la fama y el dinero de las Grandes Ligas levantaron a su alrededor.
¿Quién es el verdadero Manny? El prospecto de 18 años con todo por delante o el grandesligas de 38 años que le dio la espalda al béisbol en vez de enfrentar una suspensión por 100 partidos por dar positivo a sustancias para mejorar el rendimiento por segunda vez en años recientes? ¿Quién sabe?
Su lema se mantiene vivo y vigente para todo el mundo: “Ver la bola. Batear la bola”.
Zoom
Leyenda urbana
En un partido en particular, el liceo de Manny jugaba en casa contra el liceo Brandeis. El lanzador contrario era Kiki Valdez, uno de los mejores amigos de MAnny. En su primer turno al bate, Ramírez disparó jonrón.
La segunda vez que vino a batear, tocó el plato con su bate, de la misma manera que acostumbraba a hacer en las mayores. Estaba parado perfectamente bien. Luego pidió un tiempo, levantando su mano derecha del bate. Pero el umpire no le dio el tiempo. Todo el mundo jura que Manny no tuvo tiempo de poner su mano de vuelta en el bate y que hizo swing con una mano para un jonrón aun más descomunal que el anterior, convirtiéndose en una leyenda.
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