miércoles, 1 de junio de 2016

LeBron James y el peligro de llegar como el débil


A medida que cada rival pisó la lona en estos playoffs, el Rey volvió al vestidor en busca de respuestas. ¿Espejito, espejito, quién es el mejor entre todos los mortales? El silencio fue siempre tan profundo que aturdió.

 ¿Stephen Curry?

 El ser humano desarrolla sentimientos internos que preferiría evitar. Viven en sus entrañas y son inevitables. La psicología se nutre de fortalezas y esquiva -como puede- debilidades. La mente del deportista no es excepción y traza una ruta sencilla de comprender: aburrimiento ante lo evidente y explosión ante el desafío.



El Rey está jugando como nunca, pero son muy pocos los que lo saben. En el Juego de Tronos de la NBA, LeBron diagrama estrategias en silencio y se derrota a sí mismo noche a noche. El Superhombre ha emergido tras la superación y transformación de una versión limitada y obtusa. Mientras tanto, las cámaras desayunan, almuerzan y cenan en la bahía de San Francisco, y esa falta de reconocimiento le sirve a él como un interruptor para producir el despertar de la bestia. En definitiva, no importa quién eres ni lo que hagas: la atención se da muchas veces por el entorno y por lo que el producto ofrece en un momento específico.

Hay un costumbrismo peligroso para Golden State que se reproduce de manera geométrica en las conversaciones de básquetbol: el Este es infinitamente inferior al Oeste. ¿Acaso esto significa que los Warriors son más que los Cavaliers? Por favor, no tan rápido con las conclusiones. Quizás, sin saberlo, esto sea la nafta que necesita James para encender la cerilla y provocar el incendio.

El genio de Akron se prepara para jugar por sexta vez consecutiva las Finales de NBA. Es el octavo jugador en la historia en conseguirlo y como dato de color el único que lo logra sin pertenecer a los Boston Celtics de 1960. Sólo en 2007, James y sus Cavaliers llegaron por debajo de las expectativas ante San Antonio Spurs. Y a decir verdad, comparar aquella versión de LeBron con la actual es ridícula de sólo pensarlo; es la diferencia entre un ingresante a una carrera universitaria y un doctor honoris causa.

El advenimiento de Curry nos permitió pensar en un básquetbol surrealista, de videojuego. Como alguna vez dijimos, fue el regreso a lo que James Naismith imaginó en los comienzos, un deporte en el que la puntería lo era todo. Sin embargo, lo que ha ocurrido en nuestro imaginario es que Curry es lo nuevo y LeBron, vaya locura, lo viejo. O, mucho mejor dicho, lo naturalizado. Que James pueda hacer cientos de cosas a la vez parecería entrar dentro de los parámetros normales por nuestro conocimiento del objeto de estudio, pero tenemos que tener claro que se trata de un jugador anormal. De tanto ver a Superman en las películas nos parece lógico que vuele. Bueno, he aquí la verdad: no lo es. 

Getty Images Este equipo de Cleveland es infinitamente superior al que llegó a las Finales pasadas. Y ahora está sano. Los Cavaliers tienen la segunda ofensiva más eficiente de la NBA en las últimas 30 postemporadas (116.2), mucho mejor que los Warriors (113.7) y muchísimo mejor que la versión de Cleveland de 2014-15 (108.6 puntos cada 100 posesiones).

El concepto de la eficiencia en tiros de tres puntos de los Cavaliers (202 triples anotados en playoffs) corresponde al ataque furioso de James a la pintura. A partir de su rompimiento aparecen los tiros abiertos, ya sea por asistencia o por pase anterior a la asistencia. Según nos cuenta el departamento de estadísticas de ESPN, Love anotó 31 triples en soledad en esta postemporada, igualado con Klay Thompson en la cima de la NBA. Channing Frye es el otro gigante apostado como un arquero y son estos dos jugadores los que le permiten a Tyronn Lue abrir la cancha y jugar el básquetbol horizontal que mejor le cabe al equipo. Un dato: los tres grandotes de Cavs que jugaron en las Finales 2015 (Tristan Thompson, Timofey Mozgov y Kendrick Perkins) lanzaron un total de CERO triples en la serie. 

De nuevo: hay que mirar más a Cleveland para comprender el fenómeno de crecimiento.

 Algunas actitudes infantiles de James confunden al público masivo: estamos hablando de un jugador que ha cambiado juego individual por brillo colectivo en los últimos años. Y ha emergido a la superación total en la temporada en curso. LeBron disfruta con el juego uno contra uno de Kyrie Irving, incluso lo incentiva. No parecería haber pelea por las marquesinas en este sentido ni mucho menos. Se trata de hacer lo que el equipo necesita cuando el equipo lo requiere. Y nada mejor para Cleveland que tener otra amenaza seria desde el dribble en plenitud de condiciones.

 Además, hay un valor físico de descanso que no es menor para James: jugó un total de 530 minutos en esta postemporada, 40 menos que antes de cualquiera de las Finales que disputó. Su tasa de uso es de 29.2% en estos playoffs, comparado con el 36.4% de la temporada pasada.

Han pasado 52 años desde que se dio el último título de Cleveland en un deporte profesional de Estados Unidos, y fue cuando los Browns derrotaron a los Colts el 27 de diciembre de 1964 para coronarse con el campeonato de NFL.

La motivación para James es grande y el peligro de llegar como el débil a la serie lo puede empujar a cosas grandes. Los Warriors, campeones reinantes, con ventaja de localía y con Curry, Thompson y compañía en estado de gracia, son los favoritos a quedarse con todo.

La oportunidad de LeBron de quitarse de una vez por todas el saco de villano para calzarse el de héroe, está en marcha. Su ciudad, sus compañeros y el básquetbol mismo apuestan a una historia de redención que permita completar el círculo entre prólogo y epílogo.

En el silencio, el Rey persigue una única meta: volver a ser el dueño de todo en su propio feudo.

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