martes, 7 de enero de 2014

La liga del secreto



Satoski Terrero.....Un alto ejecutivo de uno de los equipos de la Liga Dominicana de Béisbol (Lidom) me dijo hace poco que “en esta liga nada es verdad”. Créanme que después de ver una serie de desafortunados eventos recientes me lo creí del todo.

Imagínense, a alguien se le ocurrió prohibir la venta de goma de mascar (chicles) en el estadio sin ofrecer una razón convincente para ello.

Hace poco se prohibieron las cornetas, pero resulta que el domingo uno de los equipos dueños del Quisqueya permitió que el público entrara con esos artefactos, así que cuando los jefes de Lidom se percataron de ello, la ridiculez llegó a su clímax. Usaron la bocina interna para ordenar a la seguridad del estadio que quitara las cornetas al público. En un parque con más de 13 mil personas, una medida más volátil no se pudo haber tomado.
Como sabrán, no tuvo éxito.

Los equipos están acostumbrados a manejar con mentiras sus situaciones con los peloteros. Para ellos es un pecado capital informar que un determinado jugador fue parado por su organización y llegan a esconderlo y a maquillarlo hasta el final como si nunca se va a saber la verdad. Algunos, mientras luchan con un permiso en Estados Unidos para que un pelotero siga jugando, se inventan enfermedades que nadie cree.

Lo peor del caso es cuando llegan los rumores, que no son más que un producto de un ineficiente trabajo en las comunicaciones. Cuando los periodistas hablan entonces desiforman, molestan, mienten o especulan, según los equipos. Siempre es una de las cuatro.

Que botaran a Mike Guerrero no es nada. Mike era un empleado y como todos los empleados, estamos sujetos a eso. El Licey está en su derecho de ejecutar a su antojo. Lo ridículo es querer decir que fue por renuncia, cuando todos sabemos que no fue así. Eso de mentir por mentir no está bien. De todas formas, ninguna organización es capaz de guardar la verdad unos días, porque en ellas trabajan seres humanos y, como tal, somos incapaces de conservar un secreto. Siempre hay uno de adentro que habla.

“Tres personas pueden guardar un secreto, si dos de ellas están muertas”, Benjamin Franklin

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